En el Malecón:
¡Está fotito por favor! ¡Cuántos recuerdos! La nostálgica brisa del océano Pacífico como que acaricia la melancólica figura mientras observo la foto nocturna del Malecón de Miraflores, en Lima, Perú… ¡Qué maravillosa ciudad! ¡Qué encantadoras noches! Recuerdo vívidamente aquellos momentos previos al estallido pandémico, cuando la vida era una sucesión de aventuras y sonrisas.
Ahí estoy, de pie, contemplando el horizonte sin límites, con el mar a mis espaldas como testigo silente de mis pensamientos. Y es que, aunque mi cuerpecito, hoy día, se encuentra a casi 4 mil kilómetros de distancia, mi mente vaga por las calles empedradas de Miraflores, entre aromas de ceviche y el murmullo de las olas.
Sin embargo, en medio de mi ensimismamiento, una punzada de realidad me golpea con la fuerza de un ceviche mal digerido. Mi mente, tan propensa a divagar por callejones de ensueño, no puede evitar recordar el motivo por el cual mi regreso a Lima no está en los planes cercanos.
¡Ay, mi querida novia peruana! ¡Mi Karin Lizbett! Aquella musa de sonrisa radiante y mirada traviesa, cuyo encanto me envolvió como el aroma del ají de gallina en una noche fría. Pero como diría el poeta, "el amor es ciego, pero los vecinos no lo son", y mi dulce doncella decidió partir en busca de un futuro más reluciente, dejándome plantado como un árbol en medio del desierto.
Y es que, al parecer, el señor con plata y promesas de un porvenir brillante logró seducir su corazón con más eficacia que mis poéticas serenatas y mis intentos de conquista al estilo caballeroso de antaño.
Así que… aquí estoy, en San Carlos, con la distancia física tan grande como la brecha que dejó su partida. Pero, ¿quién necesita el amor cuando se tiene el consuelo de un buen mate y un buen ejemplar de César Vallejo para acompañar las noches solitarias?
Porque, al fin y al cabo, como dice el refrán, "mejor solo que mal acompañado, pero aún mejor con un libro de un poeta peruano inolvidable, que te haga sentir la sensación única de estar en Lima, mientras el mundo gira sin prisa en su caótico compás. Y quién sabe, tal vez algún día, cuando las estrellas se alineen y las olas susurren melodías de reconciliación y se acomoden las chacras, en fin… Tal vez en ese momento, me pueda atrever a regresar a aquel Malecón de Miraflores y escribir un nuevo capítulo en mi historia.
Pero por ahora, dejaré que el viento se lleve mis pensamientos mientras yo me sumerjo una vez más en las páginas de mis amados libros, donde la realidad se mezcla con la fantasía, esa realidad de cuentos de Hadas y Princesas; donde el amor perdido es sólo un pequeño tropiezo en el vasto camino de la vida...